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miércoles, 25 de junio de 2014

¿Alguna haz ido a bailar y al llegar a tu casa, sientes un silbido constante en tus oídos?
Tú ahí, tratando de dormir y ese ruido te acompaña en el silencio, como rastro de todo lo sucedido aquella noche.
Eso que sucede al ir a bailar es lo que me pasa cuando escucho tu nombre, es lo que me sucede cuando regojo las partes de tu recuerdo que aun se resisten a morir. Es aquella sensación, esa sonoridad que traspasa al resto de mis pensamientos y suena más fuerte que las voces del exterior, solo mi voz es capaz de callarte, ni siquiera al dormir desaparece ese ruido, soy yo quien debo hacerlo callar.

Pétalos de niña

Me equivoqué al ver tu sonrisa y recibir tus abrazos
al tomar tu mano, jugar contigo y hacerte reír
Tomarte en mi brazos y subirte a mis hombros fue un error
jugar en esas plazas, parques y calles mientras íbamos a algún lugar
verte llorar, escuchar tus respuestas y nuevamente, verte sonreír...

Pensaba en todas esas cosas cuando recordé una historia.
Una vez, un hombre fue invitado a conocer una casa abandonada él, sin mucho interés por quedarse, pero, con la curiosidad de saber el porqué de esa invitación, decidió asistir al encuentro y fue a aquella casa que le mencionaron.

Al llegar al lugar que se veía a muy mal traer en su exterior, el hombre dudó de entrar, pero, decidió hacerlo porque ya estaba ahí. Entró y se llevó una sorpresa, en su interior todo era distinto, las cosas no estaban deterioradas, al parecer el tiempo se detuve al interior de esa casa y algo impedía que las cosas envejecieran o se cubrieran de polvo.
El hombre, impresionado por aquel panorama, decidió salir al patio a tomar aire, ya que la humedad y oscuridad del interior de la casa eran nuevos para él. Al salir, la sorpresa fue aun mayor, el lugar estaba lleno de color, un pasto muy bien mantenido cubría el suelo y a lo lejos, una pequeña flor adornaba el lugar, dándole gran vitalidad a ese patio.
La alegría y armonía que se sentía en ese lugar, contrastaba con una fría brisa que comenzó a correr cuando el sol ya se escondía. El frío en el cuerpo te domina cuando baja la neblina y sabes que pronto deberás salir de ahí, pero este decidido hombre no quiso irse de ese armonioso lugar sin llevarse un recuerdo simbólico de esa bella y pequeña flor que habitaba al final del jardín, pensando que podría cuidarla en su casa y que floreciera tan radiante como en aquel lugar abandonado.

Así fue como el hombre escondió en su chaqueta, unos pétalos de aquella flor y los llevó a su casa. Con el tiempo, comenzó a notar que los pétalos perdían su belleza y, aunque intentó rescatarlos y secarlos para que se conservaran, esos pétalos cada vez iban perdiendo más su color y nunca volvieron a ser como antes, hasta que se secaron por completo y se rompieron.

Este apenado hombre, decidió volver a aquella casa, con el miedo de lo que podría encontrar en ella. Al volver, se dio cuenta que ya había una familia viviendo al interior de la casa y que ellos habían arreglado la fachada de la casa y ya no podría volver a entrar y ver esa pequeña flor de color violeta.

Esa historia me recordó que aunque no vaya a entrar nuevamente a esa casa, siempre guardaré el recuerdo de aquellos pétalos que me regalaste con tus sonrisas, tus juegos y actitudes de pequeña niña y "sobrina".